sábado, 26 de junio de 2010

¿El destino y la suerte?, sólo supercherías

A Balón Parado

No creo en la suerte, buena o mala, ni en el destino, pero imagino por qué son tan socorridos. Ayudan a crear buenas historias.
No creo, pero si creyera, entonces el "Chicharito" Hernández no nació en 1988 si no en 1954. Exactamente el 19 de junio y en la mente de su abuelo.
Ese día Tomás Balcázar le anotó gol a Francia en el Mundial de Suiza, pero un penal polémico le dio el triunfo a los galos, y al árbitro el dudoso honor de salir escoltado por la policía.
Si creyera en las predestinaciones y en absurdos parecidos, feng shuis, karmas y astrologías incluidos; podría pensar que en el vestidor de ese lejano 1954, el abuelo del "Chícharo" deseó una revancha y la imaginó por medio de uno de sus descendientes.
El destino entonces, demostró que siempre cumple, aunque se haya tardado 56 años en saldar la cuenta.
De nuevo en un Mundial se enfrentaron franceses y mexicanos con un Balcázar en el campo, otra vez un árbitro y una decisión polémica le marcaron el rumbo al juego, pero ahora el resultado fue otro. México le ganó a Francia y el equilibrio cósmico se alcanzó.
Eso si creyera en el destino, y en la buena o mala suerte, pero no es así.
Estoy si acaso más cerca de lo que alguna vez escribió Beethoven: "Me apoderaré del destino agarrándolo del cuello".
Lo que vi en el equipo mexicano fue intensidad e ideas claras, eso les dio la victoria.
Nada de astros alineándose, ni camas orientadas al norte, ni inciensos aromáticos. Fue la decisión de agarrar por el cuello a los franceses la clave del triunfo.
Franco dio su mejor partido en la posición más sacrificada del campo, de espalda al portero. Giovani jugó donde mejor sirve a México, llegando de atrás, y Salcido fue imparable en sus ataques sin descuidar su tarea defensiva.
A destacar lo que hace Márquez y el medicampo, y lo que hizo Aguirre luego de la lesión de Vela.
Recomponer el equipo por cambios forzados, resalta la capacidad de improvisación del técnico.
En general la selección fue compacta y solvente, no podía ser de otra forma. Un triunfo como el de ayer se sustenta en rendimientos parejos.
Shakespeare decía que el destino reparte las cartas, pero en nosotros está el cómo jugarlas y Aguirre hizo más con la mano que le tocó, que Domenech con la suya.
Pero bueno, no todos tienen a Cuauhtémoc de su lado, un jugador del que podría decir que el destino le permitió un desquite cuatro años después de que LaVolpe, tras cometer una tontería tras otra, lo borrara de la selección.
Podría decirlo, pero no lo hago, porque para mi eso del destino y la suerte salen sobrando.

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