viernes, 6 de noviembre de 2009

El ingenio español de luto

Nunca es tarde para rendir homenaje al talento.
El 2 de noviembre murió Francisco Ayala a los 103 años y ahora escribo estas líneas a manera de honra fúnebre.
Como publicó El País el miércoles pasado: "Parecía inmortal, pero murió ayer en Madrid".
De Ayala poco se puede decir para aumentar su gloria, ganó los premios que mereció y fue reconocido en vida a la medida de su inmenso talento y de su lucidez.
Con esa cara de abuelo bueno y la agudeza de ingenio en su mejor forma, nos dejó joyas que debemos aquilatar.
Durante la semana previa a su cumpleaños 100, sabiendo de los homenajes que le tenían preparados en España el viernes, les comentaba a sus amigos con una sonrisa la travesura que se le ocurrió. "Y que tal si me muero el jueves".
De Ayala, ese perfecto agnóstico, voy a recordar siempre la respuesta que dio a la pregunta. "¿Y si después de morir despertase ante la Presencia Divina que siempre negó? Entonces ¿qué?".
Bueno, dijo el español, "Le estrecharía cortesmente la mano, porque soy una persona educada, pero francamente quedaría muy sorprendido".
Así fue don Francisco, quizá haya saludado de mano a Dios, o quizá la extendió a la nada, ¿cómo saberlo?, ya nos tocará vivirlo, al morir.

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