domingo, 1 de noviembre de 2009

A mí la Muerte me la persigna I

"Si me dijeran que me voy a morir esta noche,
me pondría tan contento que
a lo mejor no me muero".
Jorge Luis Borges.

En México a la muerte se le adula, se la festeja, se le abraza, se le pide que muestre los dientes, se le desafía -¡qué me lleve de una vez!-, y también se le rinde culto.
Los mexicanos somos peculiares, tenemos convicciones, pero sobre todo tenemos ánimo festivo.
Somos devotos a un credo, somos devotos hasta al hecho de no tener un credo, sólo que no entendemos la devoción sin una fiesta de por medio.
Esto de ser festivos me ha parecido siempre sospechoso.
No es que seamos abiertos a las relaciones con los demás. Más bien parece que nuestro ensimismamiento de todos los días, se vuelve una explosión cuando nos unimos a una fiesta popular.
En la fiesta nos vaciamos de gravedad, dejamos de lado nuestro aire solemne y nos volvemos espontáneos y alegres.
Así, la Fiesta cumple su segundo fin, el desahogo. Pero sólo lo cumple luego de consumar su fin primordial, conjurar a la Muerte
.
Al mexicano la muerte le es indiferente, esta es una afirmación socorrida luego de ver tantas calaveritas y escuchar tantas canciones de José Alfredo.
Octavio Paz complementó esa afirmación: "al mexicano la muerte le es indiferente... en la misma medida en que
le es indiferente la vida".
¿Se matan entonces los mexicanos para negarle valor a la vida?, pues sí, aunque negarle sentido a algo, es otra manera de reafirmar su valor.
Como cualquier explicación sociológica, la del mexicano y su relación con la muerte es incompleta.
Escondida en esa actitud bravucona, los mexicanos tenemos por la muerte una actitud reverencial.

La que mostramos ante el hecho de morir es la sonrisa nerviosa o la carcajada, el humor que quiere quitarle peso al hecho de morir.
¿Tenemos miedo a la muerte?, esa pregunta no se puede contestar.
Sólo con el último aliento de vida podríamos responder con sinceridad, pero hasta antes de ese momento cualquier respuesta es incierta.
¿La actitud del mexicano es entonces falsa?, lo es sólo porque la realidad no lo ha puesto a prueba.
Sí teme a la muerte, pero a la muerte de los que quiere.
Su actitud ahora no es la del que reniega de vivir, sino de quien se sacrifica por los que a su parecer merecen disfrutar del hecho de estar vivo.
Parece decir, "la muerte para mí, la vida para los míos".
Con sus peculiaridades, con sus contradicciones, el mexicano les da a la vida y la muerte mayor valor, por su capacidad para engendrar una fiesta que las anule.
El mexicano, como los noruegos, los islandeses, los indios o los chinos, le teme al dolor que significa vivir o morirse y para aligerar ese dolor se inventa todo un culto liberador.
Pero no importa la latitud del mundo donde se viva, el hombre no quiere morir. Ante la inevitabilidad de la muerte se inventa otras vías de supervivencia y se pone la máscara del negador de la muerte, pero sólo para no asustarse ante el hecho irrebatible de que no es eterno.

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