martes, 27 de octubre de 2009

El Síndrome de Stendhal

4 de 10 Rojo y Negro
Henri Beyle, "Stendhal"

"Es gracioso el verbo guillotinar, no puede conjugarse en todos sus tiempos; se puede decir: “Yo seré guillotinado, “tú serás guillotinado, pero no se dice, “yo he sido guillotinado”.
Danton
Tengo una particularidad, más bien una manía, me gusta tener siempre cerca algún libro, no importa lo que esté haciendo y me gusta dejar a un lado lo que hago por un momento y distraerme con él.
Cuando abrí por primera vez "Rojo y Negro", lo recuerdo muy bien, estaba planchando mi ropa. Acababa de comprar la novela en una edición de pasta dura y empecé a hojearla.
Me gustó su olor, la rugosidad de las hojas, el tamaño del libro que se ajustaba tan bien a mis manos.
He aprendido con los años que la primera relación con un libro es física, una edición bien encuadernada, de buen papel, resistente y flexible es un buen augurio.
Súmenle a eso la novela del mejor escritor francés que he leído y tendrán 22 años de agradecidos recuerdos.
"Rojo y Negro" me regaló un personaje memorable, Julien Sorel, que como yo tenía grandes aspiraciones y muchos temores.
Para subir en la escala social, el jovencísimo, escuálido y medroso Julien se propuso seducir a Madame Rênal, su patrona y esposa del alcalde, y buscaba alguna señal para iniciar sus avances.
Pensaba: "si la encuentro en este corredor le digo que la quiero", pero, al encontrarla le daba miedo y se arrepentía. Cada vez se proponía una situación más inverosímil para declararle su amor, y cada vez que la situación se presentaba, por miedo la dejaba pasar.
Hasta que se dio el pasaje que más recuerdo, cuando se propone tomarla de la mano en un paseo nocturno por el jardín.
Pasean Julien y Madame Rênal, platican, ríen, pero Julien sólo piensa en seducirla. Se sientan en una banca y el tiempo pasa, Julien sólo piensa en tomar de la mano a Madame Rênal, si se suelta dejará para siempre la casa.
Pero el tiempo pasa y no se decide, la señora se levanta y vueve a sentarse y Julien se pone un límite, cuando suene el reloj lo hará.
Se llega la hora y le toma la mano sin verla, en la oscuridad, ella intenta zafarse, él la aprieta un poco y luego de un ligero forcejeo terminan tomados de la mano sin hablarse.
Stendhal te quita la respiración mientras te narra ese pasaje del jardín, es la maestría del narrador genial, un escritor que nos regala una crónica de la Francia restaurada y en la que la hipocresía es el motor social.
La novela cuenta el ascenso de Julien Sorel y su estrepitosa caída, habla del desprecio a una sociedad en transformación, habla de castigos, de la guillotina como medio, y habla sobre todo de un héroe obstinado y sin escrúpulos que recibe su merecido, pero sólo porque él lo permitió.

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