jueves, 29 de octubre de 2009

¡Pero si era un chiste!

No soy dicharachero ni ocurrente frente a personas que no conozco. No es que lo sea mucho frente a los amigos, pero con ellos me relajo un poco y soy más atrevido en mis comentarios.
La situación cambia cuando cambia el ambiente.
En cuestiones de trabajo soy, --aquí busco rápido un adjetivo que supla al de `pelmazo` para no quedar mal y se me ocurre--; impenetrable.
¿Es ese un defecto?, pues pregúntenle a Jeffrey Max Jones qué opina.
Si él tuviera sólo un poquito de ese aire reservado al hablar que me caracteriza ante desconocidos, es posible que no se hubiera sumado a la larga lista de desempleados del país.
Hasta ayer el ocurrente Max era subsecretario de Fomento a los Agronegocios de la Sagarpa, pero su boca lo traicionó.
Bien dice un sabio refrán, ¿chino, japonés, coreano, saltillense?, "cállate, es mejor que piensen que eres un tonto, y no que lo comprueben".
Jeffrey vivió su peor tarde desde el lejano diciembre de 2006 en que tomó el cargo, cuando en un foro de política agropecuaria soltó una perla: “hay muchas cosas que el sector (rural mexicano) puede aprender del narcotráfico (...) porque produce lo que demanda el mercado y usa tecnología (...) y si hay alguien que sabe de mercado son ellos”.
Aplausos diría Memo Ríos y lo haría con razón, porque la ocurrencia estuvo buena, digo... si la hubiera contado en el Bar Bristol, o en cualquier otra cantina o en alguna reunión entre amigos.
Si ahí lo hubiera hecho, ¿quién sabe, a lo mejor hasta los diputados que pidieron su cabeza y la obtuvieron se lo hubieran celebrado?
Otro aforismo a modo se me viene a la cabeza. Sólo somos dueños de las palabras que no han salido de nuestra boca. Ya salidas, las palabras pueden ocasionar que nos la rompan, la boca claro.

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